Uno, dos, tres y...
La impresión es abrumadora.
Sientes el aire que te rodea.
Ganas velocidad.
Cierras los ojos,
es difícil mantenerlos abiertos.
En la mente resuena el tres.
El tres ha sido decisivo.
Ha marcado el principio.
Y también el final.
Tres...
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
No lo tendrías que haber hecho.
Ahora tienes miedo.
Cada vez vas más rápido,
caes más rápido.
Pero,
¿realmente era necesario saltar?
¿era necesario lanzarse al vacío?
Uno, dos, tres y...
Lo has hecho de nuevo.
Uno...
Otra vez.
Dos...
Lo haces de nuevo...
Tres...
Quizás la próxima vez
contaré hasta cuatro.
14 de febrero de 2008
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