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domingo, 5 de agosto de 2012

¡Cuántas manías!


¿Qué haces, alma mía, 
recorriendo los rincones y las oscuridades 
más tenebrosas de mi ser? 
¿Qué haces buscando y buscando en el ayer, 
si el ayer es un pasado dónde no podrás nunca regresar? 
¿Qué haces recordando miradas y sonrisas 
que han dejado de ser, 
si mientras recuerdas puedes perderte otras 
que son el ahora, que son presente? 

¡Ay, alma mía! 
¡Cuántas manías! 

¡Mira y escucha a tu alrededor! 
¡Busca delante, 
que el pasado es pasado! 
Escucha el latido del corazón, 
del tuyo y quizás también de suyo. 

¡Y vive! 
¡Y canta! 
¡Y grita! 
¡Y ama! 
¡Y déjate amar! 
¡Sí! ¡Ama y déjate amar! 

Ay, alma mía...


17 de junio de 2012

martes, 6 de marzo de 2012

Nunca es tarde para aprender

Con Teresa estuvimos durante mucho tiempo haciendo lo que nosotros llamábamos "el juego de escribir". Se trata de que uno propone una frase y los dos escribimos un texto libre a partir de esta frase. Ahora recuperamos este juego. Y empezamos con este escrito: 


NUNCA ES TARDE PARA APRENDER 

Llega como caído del cielo, 
cuando no lo esperas, 
cuando creías que ya no sería posible. 
Una pregunta asalta la mente, 
se repite infinidad a veces, 
parece que incluso sueñas con ella: 
¿por qué ahora? 
Y se repite y se repite... 
¿Por qué? ¿Por qué? 

Observas, buscas, escuchas... 
Te absorbe y absorbes. 
Bebes con deleite, 
quieres saciar esa sed 
que nace innata de lo más profundo de tu ser. 
Siempre ha sido así: 
los ojos abiertos de par en par, 
los oídos atentos, 
los cinco sentidos a punto para captar 
hasta el más ínfimo de los detalles.
Y ahora vuelve a pasar: 
tienes la necesidad de embriagarte, 
de perder el mundo de vista, 
de sentirte en sus manos. 
Y bebes, y bebes... 

¡Sigues bebiendo! 
Bebes hasta perderte en la profundidad de este bosque, 
en otro tiempo inexpugnable, 
que ahora te da la bienvenida, 
que te recibe sin condiciones, 
que te sonríe, 
que te penetra con la mirada... 

¿Qué sacas de esto? 
¿Servirá de algo? 
¿No has pensado en la resaca? 
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? 

¿Resaca? 
Nunca es tarde para aprender. 
Mañana, si es necesario, 
ya tendré tiempo de lamentarme. 

5 de marzo de 2012

jueves, 12 de junio de 2008

Uno, dos, tres y...

Uno, dos, tres y...
La impresión es abrumadora.
Sientes el aire que te rodea.
Ganas velocidad.
Cierras los ojos,
es difícil mantenerlos abiertos.
En la mente resuena el tres.
El tres ha sido decisivo.
Ha marcado el principio.
Y también el final.
Tres...
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
No lo tendrías que haber hecho.
Ahora tienes miedo.
Cada vez vas más rápido,
caes más rápido.
Pero,
¿realmente era necesario saltar?
¿era necesario lanzarse al vacío?
Uno, dos, tres y...
Lo has hecho de nuevo.
Uno...
Otra vez.
Dos...
Lo haces de nuevo...
Tres...
Quizás la próxima vez
contaré hasta cuatro.


14 de febrero de 2008

sábado, 26 de abril de 2008

¿Es lícito hacerlo por compasión?

Las palabras parecen vacías.
Las dices pero ya no sientes lo que sentías.
¿Quizás es que te has acostumbrado a ellas?
¿O es que han perdido su significado?
¿Quizás las dices porque sabes que hay alguien que espera oírlas?
¿Las dices por compasión?
¿Es lícito hacerlo por compasión?


7 de febrero de 2008

La lista es larga

¿Quién eres realmente?
¿Quién eres para mí?
¿Qué hay detrás de las palabras,
de las miradas y los gestos?
Seguramente podría decir muchas cosas,
infinidad de descripciones,
porqué cada vez que me miras,
cada vez que me hablas,
el efecto es mágico y las sensaciones,
nuevas a cada nueva mirada,
inéditas a cada nueva palabra o gesto,
llenan hasta el último aliento la vida.
La lista sería muy larga,
la lista es muy larga
y las descripciones resultan banales
cuando puedes disfrutar
de éstas sensaciones
que son auténticas
y inesborrables.


31 de enero de 2008

No se puede morir por vosotros

“Llevaban también a dos más, que eran criminales, para ejecutarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, crucificaron a Jesús junto a los criminales, uno a la derecha y el otro a la izquierda.” Lc 23, 3-33

Levantó los ojos y, superando el dolor que invadía su cuerpo, sintió un escalofrío que le recorrió no sólo físicamente, lo sintió también en lo más íntimo de su espíritu. El ruido que le rodeaba, las voces de la gente que asistía a aquel lamentable espectáculo protagonizado por el mismo, los gritos de los que vivían su propio suplicio a una y otra banda, las risas, los insultos, los llantos apagados de la madre, todo desapareció de golpe. Un silencio extraño le rodeaba. Un silencio roto sólo por el latido de su corazón que le decía que todavía estaba vivo. Se sintió aliviado. Inspiró profundamente y se tomó un tiempo para observar. Repasó los rostros: muchos eran conocidos pero ninguno, cercano. Sólo la madre y el pequeño grupo que la rodeaba. ¿Dónde estaban los “elegidos”? Pensó en ellos, en el gran esfuerzo que había tenido que hacer para conseguir que entendieran su mensaje. Y ahora, cuando todo estaba a punto de acabar, se daba cuenta que el esfuerzo quizás no había servido de nada, que quizás seguían sin entender nada. Con un dolor en el corazón más grande del producido por los golpes, espinas y clavos se dijo:

- No se puede morir por vosotros...

“Era ya mediodía cuando se extendió por toda la tierra una oscuridad que duró hasta las tres de la tarde: el sol se había escondido. Entonces la cortina del santuario se rasgó de por medio. Jesús gritó con toda la fuerza:

-Padre, a ti confío mi espíritu.

Y dicho esto, expiró.” Lc 23, 44-46


24 de enero de 2008

Madurar

Estoy aquí ante ti.
Intento escucharte,
sentir tus palabras.
Busco ir más allá
de tu mirada.

Cierro los ojos.
Inicio un viaje
hacia mi interior.
Dejo resonar tu voz
en lo más profundo de mi espíritu.
Me relajo para dejarme llevar,
para dejarme invadir
por esa mirada
que me cautiva.

Escuchar y mirar,
para después madurar.

Madurar es vivir.
Es vivir lo que me rodea,
a ti también.
Tu me rodeas,
me envuelves.
Vivirte a ti.

Háblame pues,
no dejes de mirarme.
Invádeme con palabras,
invádeme con mirada.


17 de enero de 2008

Todo depende

El niño se acercó lentamente hasta quedar ante la inmensa roca. Los ojos, de un azul perturbador, se clavaron directamente en el pequeño agujero sito en medio de la piedra. Un escalofrío sacudió el cuerpo casi desnudo y mojado después de haber atravesado el río de aguas oscuras. Las gotas recorrían aquella anatomía que se debatía entre la niñez y la adolescencia en una lucha enconada. Las palabras resonaban en su mente. Cuatro palabras que habían servido de despedida. Cuatro palabras que le habían alejado de la seguridad del hogar, de una vida plácida. Cuatro:

- Todo depende de ti.

¡Qué importante que se había sentido! Todo estaba en sus manos, sería un héroe. Había dejado de ser un niño para convertirse en aquel adulto anhelado cada vez que se decía a él mismo “cuando sea mayor...” Pero ahora todo el valor se desvanecía sin poderlo evitar por aquel agujero. Volvía a ser niño, deseaba ser un niño.

Pero consciente de su misión, estiró lentamente el brazo dirigiéndolo hacia el lugar negro y misterioso. Los dedos frotaron la piedra fría y húmeda. Se quedó inmóvil. No podría hacerlo, no se atrevía, era incapaz.

- Sólo tú puedes hacerlo. Tu pequeña mano es la única que puede entrar allí dentro. La única que cabrá en las reducidas dimensiones del agujero.

Respiró profundamente y repitió las palabras para infundirse valor. Cerró los ojos y metió la mano en aquel lugar desconocido. Y las palabras, las cuatro, resonaron de nuevo en el espíritu del niño:

- Todo depende de ti.

10 de enero de 2008

Ya llegan

Ya llegan los días
en que quizás la suerte cambiará,
los ojos podrán ver más allá
y el espíritu,
aquel que nos habita,
será el verdadero consejero
del reino de la vida.

Seremos rey y vasallo,
dispuestos a dar y recibir.
El uno por el otro,
en armonía con el interior
pero también con aquello
que rehúye
de nuestras fronteras,
de nuestros límites,
los tuyos y los míos,
pero que dejarán de serlo
porque no sabremos
dónde acabas tú
y dónde empiezo yo,
dónde empiezas tú
y dónde acabo yo.

Ya llegan los días
y la suerte seguro cambiará.
Los ojos se fijarán
y las miradas invadirán miradas.

Ya llegan los días
en que el uno habitará
definitivamente al otro.

3 de enero de 2008

El año de los sueños

Llega el fin del año,
de nuevo.
Es tiempo de soñar,
de hacer proyectos
para el año que llega.

Como siempre piensas:
este será el año de los sueños,
el año de los sueños hechos realidad.
Lo ha ser.
Hace demasiado que sueñas.
Hace demasiado tiempo que deseas.
Hace demasiado tiempo,
demasiado.

¿Por qué no debería ser este?
Uno u otro deberá ser...
¿Por qué no este?

Sueños hechos realidad...
¿Utopías quizás?
Sueños utópicos.
Personalidad utópica.
Soñador.

Eres así.

Y cuando finalice el año que llega
seguro que dirás:
este será el año de los sueños,
el año de los sueños hechos realidad.

Sigue soñando.
No dejes nunca de hacerlo.

Todos los años son de sueños.


27 de diciembre de 2007

Es Navidad y no tengo calcetines

¿Quién eres?
¿Qué quieres de mí?
Contesta.

Es Navidad y no tengo calcetines.

Ah...
Entiendo...
Creo...
O...
Quizás no, no te entiendo.
¿Qué quieres decir exactamente?

Es igual.
Puedes entender lo que quieras.
O puedes no entender nada.

Pero...
¿Qué es eso de los calcetines?
No sé a qué viene.
¡Explícate!

Si te dijera:
Tengo un agujero en el calcetín,
¿lo entenderías?

No...

Entonces no le des más vueltas.

Pero sigo sin saber quién eres.
Y tampoco sé que quieres.

Es fácil:
soy aquel que no tiene calcetines.
Aunque es Navidad.


13 de diciembre de 2007

Me tienes un poco olvidado

Hoy te escribo para decirte que no tienes razón. Todavía resuena a mi mente tu afirmación: me tienes un poco olvidado. Todavía veo tú cara dónde se podía leer que lo decías de corazón, donde se veía reflejada tú verdad. Sé que lo decías convencido. Pero eso no es cierto. Lo digo también de corazón, como tú. ¿Cómo podría olvidarte? ¿Cómo dejar en el olvido todo lo que hemos pasado juntos? ¿Cómo dejar de lado los sentimientos? ¿Cómo? Imposible. Quizás sí que no nos vemos tan a menudo. Quizás pasan los días, las semanas e, incluso, alguna vez, algunos meses. Pero no te olvido. Estás presente dentro de mi corazón. Estás presente siempre, día a día. Por esto no digas que te tengo olvidado. No me lo digas.


6 de diciembre de 2007

domingo, 6 de abril de 2008

No tropieces con las alcachofas

Andaban a oscuras por aquel largo pasillo. Sabían que no tenían la posibilidad de prender la luz porque aquello los delataría. Pero también sabían dónde estaban, por dónde pasaban. Lo habían recorrido muchas veces con luz: un pasillo inacabable, con puertas a ambos lados, nada más.

- Vigila, no tropieces con las alcachofas - murmuró su compañero de aventuras.

- ¿Qué dices? - preguntó.

- Qué vigiles, qué podrías tropezarte con las alcachofas - repitió.

¿Pero qué estaba diciendo? ¿Alcachofas? Aquel pasillo estaba totalmente vacío, no había peligro de tropezarse con nada. Pensó en la advertencia de su compañero.

- Tranquilo, las tengo localizadas las alcachofas - dijo sin levantar la voz - Espero que no nos ataque ningún mamut hambriento - añadió.

- Seguro que si está hambriento se comerá primero las alcachofas.

Y poco a poco siguieron atravesando la oscuridad que los rodeaba por todas partes.


29 de noviembre de 2007

Aquellas palabras

Siempre te pienso.

Aquellas palabras
restarán siempre en la mente,
grabadas en el alma,
en lo más profundo del ser,
como un preciado tesoro,
como una declaración de amor,
como una declaración de fidelidad,
como testigo de un tiempo de felicidad,
de una mirada cautivadora,
de una sonrisa llena de vida,
de muchas palabras,
de sentimientos.

Siempre te pienso.

Siempre.


22 de noviembre de 2007

Todos vivimos acojonados

Realmente todos vivimos acojonados. Cuando las cosas no van bien nos angustiamos por todo aquello que pasa, por lo que no tenemos, por no saber que nos traerá el futuro. Acojonados porque no eres quien querrías ser, porque no haces lo que querrías o porque no tienes lo que querrías.

Y cuando eres quien quieres, haces lo que quieres y tienes lo que quieres, te acojonas con la posibilidad de perderlo todo. Y quien diga que nunca piensa en esto, miente. En algún momento seguro que ha sopesado la posibilidad y se ha sentido acojonado.


15 de noviembre de 2007

La tierra mágica

Los caballos alados remontaron el vuelo por encima de sus cabezas. Centenares de pequeños seres con aspecto humano y cola de ratón levantaron a la vez sus minúsculos brazos en un gesto de despedida. Desde arriba podía apreciar el río de aguas rojas que atravesaba la Tierra Mágica, las montañas de tierra violácea recubiertas de extrañas plantas que primero daban frutos y después flores, las gigantescas casas en ruinas dónde supuestamente habían vivido en otros tiempos los gigantes que habían creado aquel mundo. Parecía como si volara por encima de un sueño. Cerró los ojos fuertemente esperando que al abrirlos todo aquello desaparecería. Pero no. Al hacerlo todo seguía allí. Su mano quiso encontrar otras evidencias que corroboraran la realidad: una corona dorada rodeaba su cabeza y una larga espada con incrustaciones de piedras preciosas colgaba de su cinturón. El joven príncipe se rindió a todas estas evidencias y disfrutó del paisaje que se extendía por debajo de él.

8 de noviembre de 2007

Que sepas

Que sepas que sólo tú lo sabes.
Que sepas que esto es entre tú y yo,
nadie más.
Que sepas que estoy decidido.
Que sepas que quiero llegar al final,
contigo.
Que sepas que esto es cosa de dos.
Que sepas que siempre seremos dos.
Siempre dos.
Tú y yo.

1 de noviembre de 2007

Me toca a mí

Los niños corrían descontrolados de una banda a la otra. Parecían poseídos por alguna clase de espíritu maligno. Sus gritos penetraban como si fueran puntiagudas lanzas por los oídos y parecían perforar el cerebro hasta atravesarlo completamente. La fatiga sólo mermaba las fuerzas del pobre chico que luchaba por mantener la pelota en su poder. ¿Es que quizás aquella pandilla de monstruos estaban vacunados contra el cansancio? Su grito de guerra seguía resonando por todo:

- ¡Me toca a mí, me toca a mí!

Finalmente el chico se dio por vencido y envió la pelota, con las pocas fuerzas que le quedaban, lo más lejos que pudo. Y los niños, al igual que un lobo hambriento, se lanzaron a una lucha enloquecida por conseguir el preciado tesoro.

* Basado en un hecho real...


25 de octubre de 2007

Una oportunidad

- ¿Qué necesitas? Di, ¿qué quieres?

El chico bajó la mirada mientras un rubor incontrolable invadía sus mejillas. Sintió una necesidad imperiosa de ir al lavabo. Siempre le pasaba igual: cuando vivía una situación que lo superaba le venían ganas de hacer pipí. Su pensamiento se concentró exclusivamente en intentar retener las ganas. Tenía que aguantar hasta que acabara el discurso que lo conminaba a expresar sus necesidades.

- Ir a mear – pensó – Eso es el que necesito.

Las piernas empezaron a hacer movimientos destinados a evitar el desastre. Instintivamente las manos viajaron hasta la entrepierna. Haciendo presión allí bajo conseguía resistir más rato. Y la voz seguía hablando y hablando. Ya era incapaz de descifrar lo que decía. En la mente sólo resonaba su propia voz diciendo: aguanta, aguanta, aguanta... Cerró los ojos, como si así pudiera hacer más fuerza, y al abrirlos unas lágrimas, provocadas por esta fuerza, se deslizaron por su rostro.

- No llores ahora, que ya no eres un niño.
- Si no lloro...
- Tan sólo te pido que hables, que digas lo que te pasa. Tienes una nueva oportunidad para expresar tus necesidades
.

Expresarse, esto es lo que debía hacer.

- ¿Expresar? ¿Eso es lo que quieres? – pensó – muy bien, tú lo has querido.

Y esto hizo, expresarse.

- ¡Quiero mear!

Y a la vez que el grito desesperado salía de su garganta, las piernas iniciaban la carrera, también desesperada, para aliviar la presión que sentía a su interior.

18 de octubre de 2007

¿Hay que ponerse?

¿Realmente vale la pena hacerlo? ¿Quieres decir que hay que ponerse? Yo creo que no hay nada que hacer. Es imposible encontrar una salida. Mejor nos quedamos aquí, sentados, y esperamos a que lleguen.

Esperar... siempre esperar.

¿Realmente vale la pena hacerlo? ¿Quieres decir que hay que ponerse? ¡Claro que sí! Seguro que encontraremos la salida y cuando estemos fuera, esperaremos a que lleguen.

Esperar... siempre esperar.

¿Realmente vale la pena hacerlo? ¿Quieres decir que hay que ponerse? Hagamos lo que hagamos, tanto si esperamos como si vamos, el resultado será el mismo: esperar. Por lo tanto, que cada cual haga lo que crea conveniente. Y al final, unos dentro y otros fuera, esperaremos.

Esperar... siempre esperar.


11 de octubre de 2007