sábado, 26 de abril de 2008

Todo depende

El niño se acercó lentamente hasta quedar ante la inmensa roca. Los ojos, de un azul perturbador, se clavaron directamente en el pequeño agujero sito en medio de la piedra. Un escalofrío sacudió el cuerpo casi desnudo y mojado después de haber atravesado el río de aguas oscuras. Las gotas recorrían aquella anatomía que se debatía entre la niñez y la adolescencia en una lucha enconada. Las palabras resonaban en su mente. Cuatro palabras que habían servido de despedida. Cuatro palabras que le habían alejado de la seguridad del hogar, de una vida plácida. Cuatro:

- Todo depende de ti.

¡Qué importante que se había sentido! Todo estaba en sus manos, sería un héroe. Había dejado de ser un niño para convertirse en aquel adulto anhelado cada vez que se decía a él mismo “cuando sea mayor...” Pero ahora todo el valor se desvanecía sin poderlo evitar por aquel agujero. Volvía a ser niño, deseaba ser un niño.

Pero consciente de su misión, estiró lentamente el brazo dirigiéndolo hacia el lugar negro y misterioso. Los dedos frotaron la piedra fría y húmeda. Se quedó inmóvil. No podría hacerlo, no se atrevía, era incapaz.

- Sólo tú puedes hacerlo. Tu pequeña mano es la única que puede entrar allí dentro. La única que cabrá en las reducidas dimensiones del agujero.

Respiró profundamente y repitió las palabras para infundirse valor. Cerró los ojos y metió la mano en aquel lugar desconocido. Y las palabras, las cuatro, resonaron de nuevo en el espíritu del niño:

- Todo depende de ti.

10 de enero de 2008

No hay comentarios: