Los caballos alados remontaron el vuelo por encima de sus cabezas. Centenares de pequeños seres con aspecto humano y cola de ratón levantaron a la vez sus minúsculos brazos en un gesto de despedida. Desde arriba podía apreciar el río de aguas rojas que atravesaba la Tierra Mágica, las montañas de tierra violácea recubiertas de extrañas plantas que primero daban frutos y después flores, las gigantescas casas en ruinas dónde supuestamente habían vivido en otros tiempos los gigantes que habían creado aquel mundo. Parecía como si volara por encima de un sueño. Cerró los ojos fuertemente esperando que al abrirlos todo aquello desaparecería. Pero no. Al hacerlo todo seguía allí. Su mano quiso encontrar otras evidencias que corroboraran la realidad: una corona dorada rodeaba su cabeza y una larga espada con incrustaciones de piedras preciosas colgaba de su cinturón. El joven príncipe se rindió a todas estas evidencias y disfrutó del paisaje que se extendía por debajo de él.
8 de noviembre de 2007
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