Llegó puntual, como siempre. Le miró fijamente en silencio y acercó lentamente sus labios. Él no pudo resistir y se abocó a un beso que pareció eterno. Sentía el olor de su piel, aquella fragancia que había perfumado noches apasionadas. Las manos se lanzaron a acariciar aquel cuerpo que tantas veces había contemplado durante largo tiempo en silencio. Centenares de recuerdos invadían ahora su mente. Intentaba que aquel momento no acabara nunca. Sintió unas manos que separaban con ternura sus cuerpos. Los labios se alejaron quedando huérfanos y desvalidos. Los ojos se llenaron de lágrimas y una sonrisa precedió a un “adiós” que desde un principio supo definitivo.
23 de agosto de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario