viernes, 16 de febrero de 2007

El tiempo pasaba deprisa y la ciudad se esfumaba lentamente

La cometa levantaba el vuelo. Habías soñado tantas veces que el viento la elevaba, que tu cometa era la que más alto llegaba, que sus colores eran los más vistosos sobre el cielo... Y ahora, al fin, el sueño se hacía realidad. El aire que llegaba del mar empujaba la cometa hacia arriba. Tú largabas hilo y más hilo para animarla a subir. Los remolinos la hacían girar haciendo figuras en el espacio abierto. Detrás tuyo el mar que te enviaba su brisa. En frente, la ciudad como fondo recortado de un espejismo deseado. Los ojos se cerraban y la mente volaba tan arriba como la cometa.

Pero cuando sueñas a veces te despiertas de pronto y el sueño se rompe. Igual que el hilo de las cometas. Igual que el hilo de tu cometa. Sí, el hilo se rompió y ahora volaba libre, sin nada que la atara a tierra. Su libertad quería decir que tú perdías tu tesoro preciado. Y tú no querías perderlo. ¡No podías perderlo! E iniciaste una carrera desesperada siguiendo el rumbo dibujado por los colores llamativos y alegres que seguían girando y girando al compás del viento marinero. Y tú corrías para no perderla. Corrías y corrías... El tiempo pasaba deprisa y la ciudad se esfumaba lentamente. Y la cometa cada vez estaba más lejos. Muy lejos...

Finalmente, ya sin ánimo, te detuviste contemplando como allí, en el horizonte huidizo, la cometa desaparecía y tu sueño se esfumaba lentamente.

3 de maig de 2006

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