Como cuesta abrir la puerta cuando debes atravesarla para volver allí dónde no quieres volver. Fue tan fácil abrirla para salir... No puedes hacer nada. Se ha acabado, lo sabes. Por lo tanto más vale hacerlo rápido y pronto. Empujas fuerte y la puerta cede. Echas una ojeada a la otra banda. Está oscuro, pero ya lo sabías esto. Miras atrás, una última ojeada... Vuelves la mirada hacia la oscuridad, respiras profundamente y das el primer paso. Y el segundo y el tercero. Vuelves a estar en el punto de partida. Hace olor a cerrado. Sin mirar empujas la puerta de nuevo. El ruido de las bisagras enmohecidas resuena por todo. La claridad va desapareciendo lentamente en sincronía con la puerta que se cierra y tú... vuelves a estar solo. Recorres el espacio recuperando el pasado. Sigue siendo muy familiar, no has estado tanto tiempo fuera. Todo es gris. Sólo un pequeño rayo de luz que entra por el agujero de la cerradura da una pizca de color. Te acercas y miras. Miras atrás. Miras lo que tenías y ya no tienes. Vas hasta la cama y te dejas caer encima. Observas de nuevo a tu alrededor. Sigue siendo gris. Mientras tanto afuera, pintaron las paredes de amarillo.
1 de noviembre de 2006
1 de noviembre de 2006
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