Caminamos. Caminamos sin cesar. Caminamos sin tener el tiempo necesario para detenernos, para respirar, para dar aire a la propia vida, aquel aire vital que hace que podemos seguir andando. Pese a ello, pese a no tener tiempo de detenernos lo seguimos haciendo. Caminamos aunque nos falte el aliento. Paso a paso vamos construyendo nuestra historia: con las experiencias, las buenas y las malas; con la convivencia, la que nos hace compañía y la que pone palos a las ruedas; con el amor, aquel que nos hace felices y el que nos hace desgraciados... Y también aprendes a sacar tajada de todo, tanto de lo que ha sido bueno como de lo malo, de las buenas experiencias y de las que más vale no recordar. Aprendes a levantarte una y otra vez cuando caes en las trampas que tu propia vida te pone. Y es entonces cuando piensas “esto no me volverá a pasar”. Pero a veces vuelve a pasar. Nos pensábamos que habíamos aprendido a no tropezar dos veces en la misma piedra pero no, eso no es cierto. Puedes volver a caer en el mismo error: forma parte de la condición humana. Y cuando esto pasa la única cosa a hacer es pensar aquello de “y yo que pensaba que ya sabía y resulta que me equivocaba”. Sí. Nos equivocamos pero seguimos caminando. Siempre. Hasta el día en que el destino o quizás el azar decida que el largo camino seguido ya no es camino sino callejón sin salida.
11 de julio de 2006
11 de julio de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario